jueves, 11 de julio de 2013

Ha muerto


Ha muerto. Son sólo dos palabras, dos palabras que cuando no son sobre nosotros o alguien que conozcamos no nos supone trabajo decirlas.

Las palabras son sólo eso, palabras, pero cuando pronuncias “ha muerto” es como si de repente un peso enorme se echara sobre tus hombros, por lo que empiezas a buscar sinónimos, a darlo a entender, a poner puntos suspensivos a tu vida.

Y quieres llorar. Lo primero de lo que te das cuenta entonces es de todas esas cosas que ya no podrás hacer con esa persona, de qué fue lo último que le dijiste, de cuándo fue la última vez que la viste. En ese momento piensas racionalmente, más o menos.

Después es cuando empieza el problema. No sabes cómo se supone que tienes que actuar, cómo debes mostrarte ante los demás. Porque ese primer momento lo es todo. Pero en ese momento quién menos sabe lo que sientes eres tú. Y entonces, cuando menos te lo esperas, porque ya no es el momento, llegan las lágrimas.


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